martes, 22 de noviembre de 2016

25 años de conquistas ciudadanas

Los vemos y usamos a diario, y nuestra calidad de vida depende en buena medida de su existencia y cercanía. Un centro de salud, un hospital, un semáforo o un paso de cebra, un colegio.
 
Enrique Villalobos
21/11/2016
 
Los vemos y usamos a diario, y nuestra calidad de vida depende en buena medida de su existencia y cercanía. Un centro de salud, un hospital, un semáforo o un paso de cebra, un colegio. El centro de mayores del barrio, la biblioteca pública, una estación de Metro, un autobús que te conecta con el centro de la ciudad. Un parque, un modesto contenedor de basura, un centro cultural, un bloque de viviendas de protección oficial. Equipamientos y servicios que usamos a diario, sin saber que, muchas veces, detrás de su funcionamiento se halla el impulso de la asociación vecinal del barrio, de un grupo de personas que, de manera altruista y desinteresada, han dedicado horas y horas de su tiempo a conseguirlo.
Los hospitales de Parla y Fuenlabrada, la llegada del suburbano a La Elipa, Villaverde o Carabanchel Alto, el parque de la Cuña Verde de O'Donnel y el cierre al tráfico de la Casa de Campo, la construcción de viviendas protegidas en el barrio de la Dehesa Vieja de Alcobendas, la rehabilitación de viviendas en barriadas populares (Lavapiés, San Agustín de Vallecas, San Ignacio de Loyola, Leganés Centro…), la recuperación de los Cuartes de Daoiz y Velarde de Retiro o la biblioteca Ana María Matute de San Isidro son ejemplos concretos de conquistas vecinales conseguidas en estos últimos 25 años. Logros ciudadanos que han cuajado, gracias al trabajo, muchas veces invisible, y siempre de hormiguita, del movimiento vecinal, que desde hace más de cuatro décadas opera en la Comunidad de Madrid con el mismo modus, combinando la presión en la calle con la negociación en los despachos de las administraciones. Unas formas de hacer que han arrancado a unos poderes no siempre sensibles a las demandas ciudadanas, mejoras que han afectado a decenas de miles de personas, como son los casos de los Planes Especiales de Actuaciones e Inversiones de distritos capitalinos como Usera, Villaverde, San Blas, Carabanchel, Puente de Vallecas o Latina o el llamado Plan 18.000 de inversiones, nacido del empuje del llamado movimiento por la dignidad del Sur.
Los citados son hitos tangibles, que podemos ver, tocar y usar. Pero existen otros tan importantes o más para el desarrollo de nuestros barrios y ciudades. Elementos inmateriales pero imprescindibles como aquellos que tienen que ver con la defensa de las libertades públicas, la participación ciudadana, la solidaridad con los que menos tienen, la lucha contra todo tipo de discriminación y por la igualdad, la construcción de comunidades activas y conscientes. Elementos que sirven para vertebrar los lugares en los que vivimos y dotarles de cohesión social. Elementos que en estos años de durísima crisis económica se han mostrado esenciales para combatir sus terribles efectos en nuestras vecindades y que, sin duda, han contribuido a regenerar una política y unas instituciones que se encontraban a años luz de distancia de las necesidades, pensares y sentires de la calle.
El Boletín lleva 25 años abriendo ventanas a estos hitos y a un movimiento que, a pesar de su veteranía y de las transformaciones sociales de este periodo, detrás de las cuales se hallan movimientos hermanos como el 15M o las mareas ciudadanas (de la sanidad, de la educación…), en las que participamos, sigue teniendo un papel esencial en nuestra región. Tanto es así que en pleno siglo XXI se siguen abriendo nuevas asociaciones vecinales, ya sea en barrios ya consolidados como, sobre todo, en los nuevos desarrollos urbanísticos, entidades que hacen crecer, haciéndola cada vez más heterogénea, una organización como la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM).
La mayoría de estos nuevos colectivos vecinales, como ha sucedido siempre, nacen ante carencias y necesidades de los barrios. Aunque parezca mentira, salvo raras excepciones, las viviendas de los nuevos desarrollos se siguen construyendo antes de los equipamientos y servicios mínimos necesarios, como bien conocen las gentes de los PAU del Sureste y del Norte, que llevan años, desde su creación, batallando por conseguirlos. En otras ocasiones se levantan infraestructuras o se producen cambios profundos en el territorio sin tener en cuenta la opinión o el propio bienestar de la vecindad. Aquí las asociaciones vecinales juegan un papel esencial como vigías de la acción de los poderes y salvaguarda de los intereses de los vecindarios. Gracias a su impulso, a menudo junto a otros colectivos (ecologistas, sociales, culturales, sindicales y políticos) se consiguen frenar proyectos tan desastrosos para el medioambiente y la salud como la incineradora de Alcalá de Henares, la central térmica de Morata de Tajuña o, más recientemente, el crematorio de San Fermín (Usera).
El reverso de este papel reactivo aparece en iniciativas vecinales como los huertos urbanos comunitarios, los espacios sociales autogestionados, la lucha por extender las Áreas de Prioridad Residencia o la miríada de actividades culturales y de ocio que conforman el día a día de nuestras asociaciones.
Conquistadoras de mejoras materiales y sociales, vigilantes del poder, constructoras de democracia, generadoras de comunidad y cohesión social en los barrios, así nos queremos ver. Así lucharemos por ser y estar, con nuestras contradicciones, como agentes autónomos, independientes y siempre heteronégeos y plurales. Gobierne quien gobierne….
 
Fuente: El Boletín

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